Al ir acercándote a los campamentos, una extraña
sensación va invadiendo tu cuerpo poco a poco. Te vas
sintiendo cada vez más aislado, como una transición
entre dos mundos, son muchos kilómetros de arena y
piedras. Nada más, arena y piedras.
Al llegar al campamento te sientes como un pequeño
bote en mitad del océano, solo, aislado, olvidado. A
merced de las olas. El viento baila a tu alrededor y
con él la arena. Rebelde e imprevisible, te envuelve y
se va, se alza sobre tu cabeza y bajo tus pies, en mil
y una direcciones.
En mitad de la nada, en mitad de una tierra ardiente y
estéril, se alza el pueblo saharaui.
El mar que les pertenece, les espera triste en la
distancia, esperando algún dia volver a verles en un
lugar del que jamás debieron partir, esperando volver
a sentirles entre sus aguas, volver a ver sus
sonrisas, que ni el desierto pudo borrar. El mar
llora su ausencia, les espera triste y ausente, les
extraña.
El calor y el frio se suceden vertiginosamente, como
el sol y el viento.
Una cabra camina fatigada entre las jaimas, entre las
casas de barro.
A mediodía la vida se detiene, no se ve a nadie, el
sol es demasiado fuerte y todos esperan en sus jaimas
que la tarde entre y se vaya sumergiendo poco a poco
en el frio de la noche.
Al bajar el sol, algunos niños salen a jugar, sin
videojuegos ni elaborados juguetes, se tienen a ellos
mismos y eso basta. Su alegría contrasta con su
situación, dura y penosa, en mitad de la nada.
En mitad de la nada.
Se levantaron jaimas, casas de adobe, crecieron
colegios y hospitales, casas de ancianos y escuelas de
mujeres. Hasta un huerto tuvo la osadía de hacerse un
hueco en aquel infierno.
Y así creció el pueblo saharaui, entre la esperanza y
la resignación, entre la muerte y la vida, atrapados
en el pasado, soñando con un futuro que no llega.
Y entre tanta ausencia, su sonrisa, su fuerza. Parece
increíble pero allí está, inquebrantable. Un pueblo de
paz y esperanza, esperando que se haga justicia,
marginados y olvidados.
Al pasear por la wilaya, todo parece mentira, las
casas, la gente, las cabras, no parece ser real. Es un
decorado, un escenario, te repites una y otra vez, no
puede haber gente viviendo aquí, pero así es, aquí
están.
Al caer la noche, la sensación de irrealidad aumenta.
Miles de estrellas rodean los campamentos, las jaimas
descansan y llega el silencio, un silencio olvidado en
Europa, inexistente. Aquí aun resiste, solo el viento
se atreve a romperlo. Al caer la noche, la belleza del
lugar te hace olvidar el infierno. Dudas si viajaste
en el espacio o en el tiempo. Si recorriste kilómetros
o siglos atrás. La vida se detuvo un día para los
saharauis y en vez de avanzar, el tiempo les obligó a
retroceder hacia el pasado negándoles un futuro que
les pertenece.
La vida se paró un día, en el Sahara, en el desierto
de los desiertos, entre la arena, entre las dunas. Tan
solo espera, con calma y un te entre sus manos, que
algún día se haga justicia y la vida vuelva y los
saharauis puedan crecer en paz y libertad y el futuro
robado les sea devuelto.
Tan solo espera.
Tan solo espera.
… ¿hasta cuando?
...........................................................................................................
VIAJES Y COOPERACIÓN
...........................................................................................................
...............................................................................................
domingo, 27 de abril de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Una larga espera....inshalá ese pueblo vuelva mirar al mar, pueda respirar sin ahogarse por el polvo del desierto, ese que todo lo inunda y todo lo transforma.
¿Quiénes de nosotros hubíeramos aguantado tanto? Además de irreal la situación, es irreal el olvido y la dejadez de los que tienen los hilos. Una violación al derecho humanitario se acontece día a día, noche tras noche, y nunca pasa nada...
where you come from!
Publicar un comentario