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VIAJES Y COOPERACIÓN

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martes, 28 de septiembre de 2010

REFLEXIONES DE UNA NOCHE EN KATHMANDU

(29 de Agosto de 2010. 23.01h)

Nos vamos a acostar en breve. Hoy hemos ido a cenar a un restaurante un poco pijo un menu butanes y ha estado muy rico aunque nos ha costado unos 10 euros por persona, lo cual es una pequeña fortuna aqui en Nepal. Después de camino a casa, hemos escuchado musica en un bar y nos hemos metido a tomar un té y escuchar el concierto. Ha sido una noche para recordar.
Lo peor ha sido lo que hemos podido ver una noche más por las calles de Kathmandú. Se hace muy duro observar ciertas situaciones que te golpean como una bofetada y te recuerdan lo afortunado que eres en algunos aspectos.
Segun ibamos caminando hacia el restaurante, he visto a dos personas tumbadas en los escalones de acceso a una tienda ya cerrada. Apenas se distinguian sus camisetas sucias del cemento gris y la basura. Justo estaba tumbada una en el escalon superior a la otra, parecian profundamente dormidos, y me he sorprendido y conmovido al ver como las piernas del que estaba en el escalon inferior ascendian hasta el siguiente para entrecruzarse con las de que la que parecia ser su pareja. Un pequeño gesto que me ha parecido muy bonito. Durmiendo en la dureza y crueldad del cemento, aun queda resquicio a la esperanza, al amor, a la vida.
La protección de unos pies que abrazan a otros mientras el mundo les da la espalda. "Nunca estarás sola", parecían decir esos pies.
Un bello gesto de amor en la más absoluta de las pobrezas. Pero no hay nada absoluto, ni la pobreza más pésima que no pueda remendarse con unos pies que te abrazan, un consuelo, una esperanza.
¿De qué pueden valer millones de euros en el banco si jamas supiste que significan unos pies enredandote, protegiendote? Hay cosas que el dinero jamas podrá comprar, y esta sin duda es una de ellas.
La vida es muy cruel, a veces con quien menos lo merece, pero al menos mientras existan unos pies en mitad de la noche, todavia quedará algo de esperanza...
Al salir de cenar, estabamos hablando de que la cena habia sido muy cara, cuando nos hemos cruzado con una imagen desoladora: un niño de alrededor de 10 años sentado en unos escalones en solitario con una bolsa entre sus manos arrimada a su nariz para esnifar pegamento. En seguida, los dos nos hemos sentido bastante ridiculos al ir calculando si nos habiamos gastado 3,4 ó 5 euros de más en la cena. Otra imagen bastante dura, dificil de olvidar.
Y el tercer momento ha llegado cuando ya veniamos hacia el hostel despues de escuchar el concierto y nos hemos cruzado con un niño de la calle al que ya habiamos visto anteriormente. Sus ojos estaban enrojecidos y su cara desencajada, medio ido, con toda seguridad estaba bastante drogado, probablemente de pegamento. Nos ha pedido dinero y nos ha dado las buenas noches mientras no paraba de lanzar entrecortados una especie de sonidos parecidos a una oveja. Mientras caminabamos, ibamos escuchando sus balidos cada vez más lejos.
Me he dado la vuelta para mirarle y andaba sin rumbo, emitiendo esos ruidos cada pocos segundos mientras un grupo de adultos le decian algo y se reian a carcajadas. Una imagen muy deprimente.
¿Qué hizo ese niño para que el destino le tuviese preparado semejante castigo? Aqui creen en la reencarnación y que tu vida actual depende de lo bueno o malo que hayas sido en vidas pasadas. Yo no lo creo así, en mi opinión fue suerte, la casualidad quiso que él estuviera alli y no yo. La casualidad me ofreció una casa y unos padres que siempre cuidaron de mí, algo que probablemente este chico nunca tuvo.
Suerte, casualidad, fortuna, podria llamarse de muchas maneras. El hecho es que todos merecemos una oportunidad, todos deberiamos tenerla, pero desgraciadamente no es así y las calles del mundo siguen repletas de niños como él, las calles de un mundo injusto y cruel en el que terminamos aceptando como normal lo que jamás debió serlo.

martes, 21 de septiembre de 2010

UN PASEO POR EL PARAISO




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Doce horas de un infernal autobus separan el inicio del paraiso del trafico y la polucion de una ciudad caotica.
Kathmandu, mitica ciudad donde las haya, abarrotada de templos, de todos los tamaños y colores, abarrotada tambien de perros escualidos y montones de basura, de amplias sonrisas y sonidos de claxón que jamas cesan.
Un autobus, desafiando a la muerte en cada curva, se aleja de esta gran ciudad y se va poco a poco adentrando en las montañas del Himalaya, unas montañas más verdes y verticales a cada kilómetro recorrido.
Su destino, un pueblo de nombre impronunciable, escrito de un modo diferente en cada uno de los letreros que adornan sus calles, es el inicio de una ruta exigente y espectacular.
Encajonando entre montañas selvaticas, se abre camino un sendero hacia lo alto. Destrozando las piernas con subidas y bajadas constantes, se atreve a desafiar a las montañas y al fuerte río que desciende con violenciaa arrasando todo a su paso. El agua procedente de los glaciares y el monzón choca bruscamente contra las rocas produciendo por momentos un ruido ensordecedor.
Los monos bailan entre las ramas dando la bienvenida a todos aquellos afortunados que atraviesan esos bosques.
A pesar de que la altitud va creciendo, poco a poco, lenta pero constante, la vegetación no desaparece hasta mucho más alto de lo que uno podría imaginar.
Pequeños pueblos de casas bajas y gente amable se entrecruzan con el sendero. Pueblos donde jamas llego un automovil, donde aun persisten valores ya olvidados en otras sociedades. Pueblos donde la vida debe ser muy dura, sobre todo en invierno, donde crecen niños con mocos y caritas redondas, con mofletes castigados por el sol. Pueblos donde viven gentes expulsadas de su Tibet, de su tierra, pero que aceptaron su destino con una sonrisa amable, una mirada cansada y un té entre sus manos que ofrecen al extranjero.
Por momentos, la niebla lo cubre todo y es imposible saber donde te encuentras, si aquel paraje es real o se trata de un sueño. Los yaks caminan despacio entre la niebla y te recuerdan que estás en el Himalaya, entre sherpas y tibetanos, disfrutando del paisaje y la tranquilidad que esta tierra te ofrece.
Y la generosidad del Himalaya vuelve a hacerse patente y manda callar a las nubes y nos muestra majestuoso algunas de sus mas altas montañas. Y el amanecer se tiñe del blanco de sus grandes picos. Y allá donde la vista nos lo permite, aparecen montañas imponentes recordandonos lo pequeños que somos, recordandonos que ellas ya estaban aqui mucho tiempo antes que el ser humano se atreviera siquiera a imaginarlas, mostrandonos la vida, mostrandonos su fuerza.
Si el paraiso existiese sobre la tierra, bien podria llamarse Langtang...
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miércoles, 15 de septiembre de 2010

EL NIÑO DE SYABRUMBESI

Un autobús abarrotado luchando contra los baches y derrumbes de una carretera maltrecha por el monzón. Todos los asientos están ocupados y no para de entrar gente. El techo va abarrotado de personas acurrucadas entre las mochilas y los plásticos. En el pasillo se amontonan sacos a reventar, mochilas y personas de todas las edades en posturas inverosímiles.
Cuando parece que es imposible que un solo alma más se introduzca en el autobús, el conductor para en cualquier cuneta para que bajen quizá tres o cuatro personas y suban diez en su lugar. El aire se torna cada vez más axfisiante y el olor por momentos se hace insoportable.
En una de estas paradas, entre empujones y sonrisas, un niño de unos 8 años se sube al bus y se queda de pie a nuestro lado sin apenas hacer ruido, serio y callado. Su aspecto no es demasiado malo. Su pelo, aunque algo sucio, parece peinado. Sus ropas no están rotas y en sus hombros descansa una vieja mochila que se adivina semivacía.
Aparentemente viaja solo, ningún adulto parece acompañarlo. Lo que más llama la atención es su mirada, profundamente triste.
El silencio lo acompaña. El barullo del autobús, el gentío, las voces, golpes y empujones no parecen afectarle.
Poco a poco, la marea humana le va arrastrando hasta las inmediaciones de nuestro asiento. Sus ojos apenas se mueven, no parece que haya nada que llame su atención. La tristeza de su mirada parece expandirse por todo su rostro. Parece cansado.
Patri y yo nos apretamos aún más si cabe y con un gesto de mi mano le invito a sentarse en un trocito de nuestro asiento. Casi sin mirarnos, se sienta con timidez sin ni siquiera levantar su mirada.
Patri coge una barrita de cereales con chocolate y se la da. Un apagado y tímido "thank you" se escapa de sus labios sin que sus ojos, esos ojos profundos y tristes, imposibles de olvidar, se atrevan siquiera a mirarnos.
El autobús vuelve a parar a recoger gente, imposible saber las veces que ya lo ha hecho, el niño se levanta en silencio, con su mochila y su mirada a cuestas, se baja despacio y pronto le perdemos de vista mientras el autobús continúa abriéndose camino entre los baches y charcos. El niño ya se ha ido, pero la tristeza que su mirada dejó, no se irá tan fácilmente.

viernes, 10 de septiembre de 2010

PERROS DE KATHMANDU

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Entre los montones de basura y los niños corriendo, entre motos, coches y autobuses, una mirada cansada, en cierta medida ausente.
Miles de perros recorren vagabundos las calles de una ciudad sin ley que no tuvo compasión con ellos. En grandes grupos o en solitario, olfatean entre los escombros con la terca ilusión de encontrar algo de alimento.
Sus pequeñas patas dejan casi a la vista unos huesos cubiertos tan solo por el pellejo de una piel ennegrecida y rota. Sus ojos, con una expresión humana en ellos, te observan y te preguntan que hicieron para merecer esto.
Y tú ni siquiera puedes mantener esa mirada en ellos, no puedes devolversela ante la mezcla de pena y asco que te produce su visión.
Tumores de proporciones inimaginables adornan sus cuellos, la piel en carne viva y heridas que dibujan su cuerpo.
Un perro flaco y viejo cojea en una calle de Kathmandu. A duras penas llega hasta nosotros y nos mira durante unos segundos. Al poco rato se va despacito, cruzando por la misma carretera que vino. Sin poder apoyar una de sus patas, poco a poco va haciendo malabarismos entre las motos y coches que circulan a gran velocidad a escasos centímetros de él.
Finalmente consigue cruzar y al poco rato desaparece entre el gentío que abarrota una de las calles de esta ciudad cruel, ajena como siempre a su hambre y su cojera.
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lunes, 6 de septiembre de 2010

VIAJE A NEPAL

Acabamos de regresar de Nepal, un pais increible en muchos sentidos.
Sin duda, Nepal es una tierra conocida sobre todo por sus altas montañas. Alberga diez de los catorce ochomiles del mundo (los otros cuatro se encuentran en el cercano Karakorum). Pero ademas de los altos picos, las montañas que les rodean tambien son muy hermosas con verdes valles encajonados recorridos por rios con una fuera inmensa. Una maravilla de la naturaleza.
La jungla tambien se hace hueco en Nepal, un pais relativamente pequeño pero que contiene gran variedad de ecosistemas. En ella puedes encontrar cocodrilos, elefantes, rinocerontes, tigres, osos perezosos...
Ademas de una naturaleza impresionante, Nepal cuenta con un sinfin de templos de gran valor arquitectonico y cultural. Ciudades medievales que aun conservan parte del encanto de antaño (aunque invadidas algunas por el turismo de masas) rodean la capital Kathmandu.
Sus gentes tambien nos han encantado, sonrientes, amables y muy sociables.
En la cara dura del pais, la pobreza que asola a gran parte de sus habitantes. Sobre todo en la capital es facil observar niños de la calle esnifando pegamento o viejecitos tirados en la acera mendigando.
En las siguientes entradas, intentaré ir desgranando las sensaciones y reflexiones que este viaje me ha provocado. De momento, os dejo algunas fotillos: